Sobre aprender a tejer
Aprendo a tejer (con una aguja). Me enseña mi madre, recibo de ella el saberhacer. Esta vez, trascendemos el problema de la lateralidad (ella diestra, yo zurda) que, en intentos previos, supo interponerse de forma contundente casi como si habláramos lenguajes diversos. Logramos hacer el ritual "temuestro-teobservo", una vez más. Los primeros intentos torpes, claro. Pero después, inesperadamente, algo se suelta. Entonces, días más tarde, estoy tomada por un pequeño tejido que veo aparecer entre mis manos. Del ovillo, hago nacer una forma, la forma que yo quiero. Lo puedo hacer y deshacer, como Penélope, mientras siento pasar el tiempo. Un tiempo que parece abandonar la recta linealidad para redondearse, suave y lunar. No hay un lugar al que llegar, hay un ir y venir, ir y venir, de los dedos y la aguja, entremezclados en un ritmo sereno. Allí, en esa fémina circularidad, una mujer que soy yo va apareciendo entre los hilos claros, una mujer que extrañaba sin sab