Anahata / Pulso Cardíaco.
Encuentro/Afectos y vincularidad
Exploraciones sobre Anahata (centro cardíaco). En términos reichianos, corresponde al segmento torácico. Elemento Aire: apertura, vincularidad, ser esencial, soplo vital.
Este centro se organiza a partir de una polaridad fundamental que se expresa en la apertura/cierre al encuentro con el sentir, sentirse uno mismo, sentir al otro. Hablamos aquí, no ya de las intensidades emocionales, sino de los afectos en tanto ética de los encuentros y las afectaciones.
El segmento torácico se ubica, contenido por encima, por la cintura escapular (clavículas y hombros) y sostenido por debajo por el músculo diafragmático, abarcando zona dorsal de la columna, omóplatos, hombros, brazos y manos, pecho y costillas.
Aquí abordamos el centro de la afectividad como pulso de ligazón del sujeto consigo mismo y con aquellos con los que entra en relación. Las dinámicas relacionales, tendrán directa raíz en la postura esencial del sujeto frente al sentir profundamente su corazón, el centro de su interioridad. La polaridad esencial, en términos bioenergéticos, se describe como una dinámica que va desde la postura sobreligada (apego ansioso; caracteres blandos, subenraizados, pasivos) donde se prioriza, ante todo, el contacto con el otro, atravesada por el miedo al abandono; y, en el extremo opuesto, la postura subligada (apego evitativo; caracteres rígidos, sobreenraizados, obsesivos) donde se experimenta una retirada del contacto profundo con el otro, condicionada por el miedo primordial a la fusión y la dependencia. Esta dinámica subjetiva en relación al contacto, se relaciona con la modalidad vincular fundante del sujeto, su forma de apego.
Este segmento expresa las formas en que el cuerpo organiza sus defensas en relación al afecto, cuáles son las huellas en relación al dar y recibir afecto, la dinámica vincular estructurante del psiquismo. La plástica expresiva estará directamente en relación a estas huellas.
Dicha plástica estará codificada en un patrón respiratorio específico, un tono de voz, una cualidad de la mirada (penetrante, invasiva, sugestiva, ingenua, seductora, etc), un cierto tono muscular (firme, blando, rígido, elástico), una peculiar forma de moverse, de afectar y ser afectado.
La posición del pecho, como zona central de este segmento bioenergético, dará indicios de la postura subjetiva básica. Esta posición (pecho saliente y elevado, retraído y hundido, etc.) y sus cualidades más concretas (ancho, huesudo, blando, inmóvil, pulsante, pálido, caliente, frío) estarán en estrecha relación con el patrón respiratorio. Hay tantos patrones respiratorios como sujetos pero, hay ciertos "holdings" (retenciones podríamos traducir) donde la onda respiratoria se ve alterada, interrumpida, de acuerdo al tipo de carácter. En relación al centro cardíaco, vemos que ciertos holdings, retienen la onda respiratoria debajo del diafragma, llenan el abdomen pero no alcanzan el pecho. El caso opuesto también es posible, la inhalación llena el pecho pero es superficial por lo que no llega a la profundidad del abdomen.
Los holdings se relacionan con tres ejes esenciales de la respiración: longitudinalidad de la onda respiratoria (la extensión de su movimiento a lo largo del torso), profundidad (volumen de aire que se inhala y exhala, capacidad respiratoria), ritmo (superficial, profundo, acelerado, débil).
A modo de ejemplo, el pecho elevado y saliente (lo que da cierta marcialidad a la postura), denota un holding up, la respiración alcanza el segmento torácico por una inhalación amplia, que carga al cuerpo, pero la exhalación es superficial y la descarga, incompleta. Esta es, por lo general, la pauta de algunos caracteres rígidos. A manera de escudo, este holding up, acoraza el pecho que, endurecido y cargado, no puede soltar ni recibir, ni expresar o sentir su propia vulnerabilidad. Hay potencia de acción, en desmedro de la sensibilidad. El sujeto preserva su yo, está "lleno de sí", se defiende de la entrega (exhalar es soltar y "rendirse") que vive como peligro de colapso.
El estado del diafragma, correspondiente al segmento inferior, denotará la potencia energética que llega hasta el centro cardíaco. La capacidad de sentir con intensidad y expresar espontáneamente dichos sentimientos, depende de que éstos, estén cargados con la vitalidad que brota de los segmentos más ligados a la profundidad pélvica, la columna y las piernas.
La posición y flexibilidad de cintura escapular, hombros, brazos y manos, dará el tono a la expresión de los sentimientos, el tipo de matiz emocional que tendrá (severa, afectuosa, abierta, desconfiada, retraída). Los brazos y manos, en especial, son los comunicadores del centro cardíaco, atraen o alejan, toman y dan, abrazan, tocan, agreden, defienden. Cuando hay mucha rigidez o excesivo debilitamiento, los brazos y manos pierden sensibilidad, "comunican" menos al tocar, la profundidad del contacto se diluye. El tocar adquiere un tono mecánico y/o superficial.
El toque es, entonces, una de las expresiones primordiales de este segmento. Aspecto esencial desde el nacimiento, el tocar y ser tocado, es una de las necesidades más fundamentales del sujeto humano; expresión fundante del afecto. En palabras de Lowen, el amor que no se expresa físicamente, no sacia las necesidades del organismo, produce una intensa sensación de privación.
De hecho, la constitución del yo es la construcción de una extensión corporal que lentamente se va reconociendo como propia, en la que cada parte, al comienzo percibida disgregada y caóticamente, va unificándose en la conciencia naciente, a través del toque y el contacto que va delimitando, bordeando, dando coherencia a la experiencia a través del placer, el calor, la saciedad, el sosiego; experiencias de gratificación que afectan y sostienen.
En el lenguaje cotidiano, cuando describimos un fenómeno, encuentro o persona que nos afectó especialmente, decimos figurativamente que nos "tocó" .
El poder del contacto es, literalmente, curativo.
Cuando experimentamos con técnicas corporales como el Yoga o Armonización, podemos percibir la sensación de conexión estrecha entre el pecho y los brazos y las manos. En posturas de apertura, se siente la corriente de excitación que, desde el centro, recorre hombros y brazos hasta llegar a las manos que, revigorizadas, pulsan suavemente. Sucede también, que el trabajo de aflojamiento de hombros y brazos, descomprime el tórax, produciendo una sensación de mayor apertura en el pecho. Inmediatamente se profundiza la respiración. Cuando sucede, la expresión emocional suele distenderse, pudiendo apreciarse, en particular, la relajación de la expresión facial.
El centro cardíaco articula otros dos centros fundamentales del dinamismo bioenergético, el hara (centro pélvico-abdominal, centro de la potencia) y el frontal (segmento ocular en la terminología reichiana, plano mental y de la conciencia). Es el centro que articula impulsos e información que vienen de abajo (emociones, deseos, voluntad de acción) con información, pensamientos, mandatos, creencias, que vienen de arriba.
Hara (pulsión), corazón (amor), mente (conciencia), esta es la tríada esencial; unificados, funcionando en coherencia, permiten que el sujeto experimente la plenitud de su fuerza vital. La verdadera libertad, el poder creador.
Es este el centro dinámico del sentimiento, de la sensibilidad que nos conmueve, que nos mueve sutilmente en ese pulsar constante entre apertura y cierre, apertura y cierre. Hay una inteligencia muy peculiar latiendo aquí, aquella que trasciende antinomias, polaridades y creencias. Una inteligencia cálida y serena, sutil y ligera, la del Ser que profundamente somos, ese soplo.
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