Ajnà, segmento ocular

 
"Tal vez ningún rasgo sea más indicativo de la vivacidad del cuerpo que los ojos. Los ojos han sido descritos como el reflejo del alma, pero son también reflejos del cuerpo. En tanto tales, revelan la llama interior de un individuo. Cuando ese fuego es ardiente, la llama es fuerte y brilla a través de los ojos. 
También revelan sentimientos. Relumbran cuando una persona está contenta, resplandecen cuando es feliz y pierden su brillo cuando está deprimida".


La espiritualidad del cuerpo.
Alexander Lowen




Ajnà.
Segmento ocular. Centro del entrecejo.
Exploraciones en la función de la mirada como agenciamiento del reconocimiento, el afecto y las afecciones y la función de la visión como estructurante del borde y del sentido.


Abordamos aquí el segmento de la coraza que se ubica en la parte alta de la cara/cabeza, involucrando el sentido de la visión, los ojos, las sienes, el entrecejo, la frente, la corteza prefrontal. A nivel orgánico, se aborda el plano mental a través de la percepción visual y por extensión, la percepción como fenómeno psíquico.

Este segmento se considera la continuación energética de la columna en relación a las corrientes agresivas que por ella circulan y la continuación de las corrientes tiernas que circulan, desde el centro cardíaco, por la parte anterior del cuerpo. Este centro fusiona, entonces, en la función de la mirada, ambas corrientes, la autoafirmativa o agresiva y la de contacto o amorosa. 

La mirada es una de las primeras experiencias de sentido que albergan y estructuran al niño, constituyendo lentamente a través de la cercanía y la distancia, su yo y su entorno. Mientras mama, mira el pecho y mira a los ojos de su madre, recibe a su vez, la mirada de ella, el tono emocional de sus ojos lo envuelven en una atmósfera afectiva. El mirar y ser mirado es una primaria experiencia de reconocimiento, de sentirse visto y por ende, experimentarse a partir de la mirada del otro. 

Es una de las funciones a las que estamos expuestos desde que nacemos y en la que permanecemos constantemente afectados. Implica distancia y a la vez, efecto directo en la subjetividad y el cuerpo. La mirada del otro nos penetra y nosotros penetramos a otros. Durante nuestras vidas, somos foco de diversos tipos de miradas que cargamos como efectos en el cuerpo. Hay miradas que expanden e invitan a la apertura, hay miradas que, por el contrario, censuran y contraen. Hay miradas verticales, autoritarias y frías,  miradas sugestivas, seductoras o invasivas. Todas generan efectos y afectos, estimulan, excitan, contraen. Hay no miradas, miradas distantes, elusivas, despectivas.

El contacto que se produce a través de la mirada es una de las formas más íntimas y penetra intensamente en las corrientes de excitación del cuerpo.

Como segmento de carga, los ojos son órganos que reciben constantemente estímulos que afectan directamente al sistema nervioso central. Una escena vista puede producir un efecto altamente traumático. Por lo general, el nivel de acorazamiento en este segmento es muy intenso dadas las emociones primarias que lo habitan. Una reacción instintiva al tener miedo, por ejemplo, es desviar la mirada, cubrirse o cerrar los ojos. 

La cualidad de la mirada expresa profundamente quienes somos, las emociones que nos habitan, las formas en que el interior y el exterior se organizan en nosotros. Trabajar los bloqueos y las defensas que están instaladas en este segmento despierta ansiedades muy arraigadas. 

Participa asimismo, el acorazamiento de la mirada, en los procesos mentales y cognitivos. La forma de mirar se constituye, no sólo en las cualidades que tienen nuestros ojos  sino también, en las cualidades de nuestros procesos mentales y la percepción que colorea nuestra "visión" de nosotros mismos y por ende, del exterior y los otros. El acorazamiento ocular constituye el marco mental, la coraza mental que ordena, clasifica y nomina la realidad externa en función de la realidad psíquica.

Con los ojos dirigimos el foco de la atención. Si cierro los ojos, el afuera desaparece como proyección y se vuelve más presente el adentro, el barullo mental, las emociones, las sensaciones. Si los abro, el adentro parece diluirse en tanto el afuera captura la atención. Si la mirada se enfoca, la sensación de separación se vuelve más intensa, los límites son claros, hay mayor conciencia sujeto-objeto. Por el contrario, si la mirada se desenfoca, aumenta la indiscriminación, la porosidad de los bordes y la agudeza de la discriminación se transforma en una sensación de nebulosidad y desorientación espaciotemporal. En este sentido, el foco del sistema perceptual es esencial para abordar el estado de presencia de cada sujeto, su capacidad de discriminación (y por ende de límites personales) y de concentración, es decir, de dirigir su energía de forma autoafirmativa y creativa.

 En el Yoga se sabe que allí donde va la mirada va la atención y con ella, la energía. Donde enfoco mi atención, enfoco mi energía. Es por eso que en la práctica existe lo que se denomina Drishti, el foco donde dirigir la mirada durante la realización de posturas o en la práctica meditativa. De acuerdo a la intención de la práctica y del momento, se elegirá el drishti adecuado.

Abordar este centro es una invitación a explorar las sensaciones, emociones y afectos que pulsan en nuestros ojos y cómo éstos colorean nuestra mirada. Aprender a relajar los ojos, descontraerlos, descargarlos de la constante intrusión de estímulos y proyecciones, invita a desacorazar la mirada para abrirse a nuevas formas de afectar y ser afectado.


Om Shanti

Victoria

Cuerpo, psique y arquetipos

Exploraciones sobre subjetividad, arquetipos, corporalidad y movimiento.

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