El Diafragma, ese horizonte

 "Se cree que el diafragma corresponde a la superficie de la tierra; el crecimiento por encima de esta zona está relacionado con "el Sol Naciente", el estado de conciencia que ya ha comenzado a dejar atrás lo inconciente y todo lo que a él ata".
Erich Neumann



El diafragma es el gran músculo de la respiración. Su ubicación divide al cuerpo en dos mitades, la superior, que abarca segmento dorsal y cervical de la columna, incluyendo tórax, pecho, hombros y brazos, cuello  y cabeza, y la inferior que abarca zona lumbar y sacra, incluyendo abdomen, pelvis, piernas y pies.

Las corrientes energéticas que circulan por debajo del diafragma, lo hacen en sentido descendente.  Aquí encontramos el proceso digestivo y excretor y la actividad sexual. Estos procesos circulan la energía "hacia abajo", hacia la tierra, hacia la descarga. 

En términos taoístas, estas son funciones signaturadas principalmente por el elemento fuego (que ocupa un lugar especial y tiene otras cualidades, siendo una suerte de llave entre el arriba y el abajo), el agua y la tierra. Estos últimos son los elementos más densos y su flujo es siempre descendente, ligando a la tierra como dimensión existencial.

Por el contrario, las corrientes que circulan por encima del diafragma, lo hacen con un sentido ascendente. Se caracterizan por lo sutil de su flujo. Aquí se encuentra el proceso respiratorio propiamente dicho a través de pulmones y corazón, órganos de la fonación (garganta, lengua, boca) y la mayor parte de los sentidos así como el cerebro. Estos órganos utilizan la energía aérea y sutil y sus funciones ligan al cuerpo con las dimensiones afectivas superiores (el centro cardíaco como foco de la afectividad) y las comunicativas e intelectuales así como la conexión con la trascendencia. La palabra, el canto, el pensamiento, la creatividad son producto de este flujo energético que se aleja de lo concreto de la materia y que "asciende". 

Esta mitad superior tiene a su vez, una función de carga. A través de ella nos alimentamos, captamos el exterior, recibimos información de lo externo y de lo interno, procesamos y respondemos. Lo que nos llega a través de los sentidos son impresiones que afectan el sistema cargándolo con infinidad de estímulos que lo impactan, condicionándolo. Es nuestro "centro de operaciones", nuestra parte conciente y desde donde ejercemos el "control" sobre nosotros mismos y el entorno.

El plano inferior, por el contrario, es experimentado más comúnmente, como aquello de la "naturaleza animal" que se nos impone y nos limita. Se registra vivencialmente ligado a nuestro inconciente, fuente de impulsos y necesidades. 

Es en este sentido que Lowen afirmaría "hacia abajo nuestro espíritu tiene una cualidad magnética o yin, hacia arriba, una cualidad eléctrica o yang". El pulso vital, la Shakti según los tántricos, es esa corriente entre los dos polos, la que liga el arriba y el abajo. En términos cabalísticos se le denomina la Esposa que, para encontrarse con su Esposo, la divinidad que hay en nosotros, debe ir ascendiendo, sutilizándose sin dejar de estar arraigada en lo de "abajo", llevándolo con ella hacia la luz. En el misticismo sufí, los  términos son la Amada y el Amado. En todos los casos se destaca esta cualidad dual de la energía, su corriente descendente, que liga con la materialidad y la inmanencia y su corriente ascendente, que liga con la espiritualidad y la trascendencia.

En este sentido, volviendo a la cita que abre este texto, el diafragma es ese "horizonte" que oficia de portal a lo luminoso, al nacimiento de una conciencia incipiente que va desplegándose, desde la indiferenciación inicial, "las aguas" matriciales e inconcientes, las tierras interiores y primordiales para ir, en el viaje heroico, hacia la conquista del sol interior, reflejo divino de la creación, símbolo fundamental de lo vital, del fuego que nos impulsa hacia el crecimiento y la vida.

Ese pulso vital, ese fuego interior, depende directamente de la capacidad respiratoria, de cómo "tomamos la vida" y su flujo constante. La respiración, a su vez, depende en gran medida del estado del diafragma, de cuán elástico o rígido se encuentre. La respiración, en sí misma, es una función de carga y descarga a la vez. Tomamos energía vital a través de la inhalación, liberamos energía de desecho a través de la exhalación. Ritmo constante que va pautando cuán vivos nos experimentamos. Es la función vital fundamental que regula nuestra sensibilidad, nuestro estado psico-emocional. 

Cuando el diafragma está relajado, permite que la onda respiratoria se extienda en toda su profundidad, desde la hondura de la pelvis hasta la parte alta del tórax, alcanzando en una respiración completa, el pecho y las clavículas. 

Una respiración así, profunda y plena, produce una sensación de integridad en la que se experimenta una suerte de reencuentro de todas nuestras partes, la física, la emocional y la mental, el arriba y el abajo. Es una experiencia expansiva y a la vez contenedora, en la que percibimos claramente nuestros límites y a la vez se diluye la sensación de aislamiento y separación. El cuerpo se percibe vital, las emociones calmas y la mente puede entregarse a las sensaciones sin disociarse de la experiencia.

Cuanto más profundo llega la onda respiratoria, alcanzando zonas bajas de pelvis, columna, zona genital y base pélvica, más magnética y yin se percibe la energía. Las sensaciones se vuelven más placenteras, más blandas, hay mayor relajación y se alcanza a sentir el pulso cardíaco en diferentes partes del cuerpo como palmas, plantas, nuca, lengua, genitales. El cuerpo empieza a pulsar en sintonía con el ritmo de la respiración, en movimientos espontáneos que rememoran movimientos acuáticos, ondulantes, rítmicos.
Se siente una suerte de "inundación" sensorial en la que hay vivencias de hundimiento, entrega, relajación completa. Es posible que se experimenten sensaciones de ingravidez, como si se flotara en el agua. Análogo al estado arcaico del feto en el útero, arquetipo del inicio de lo viviente sumergido en lo húmedo y caliente, la experiencia oceánica como la mencionaría Freud.

Reich hablaba de la potencia orgásmica, en relación a la experimentación de estos estados (en el que se incluye el orgasmo genital propiamente dicho), como claves para la plenitud del ser. La "muerte" revivificando la vida. Las tradiciones orientales, en especial el Taoísmo y el Tantra, que priorizan tanto las cualidades yin como las yang, van en la misma dirección.

Esto que sucede a nivel corporal, sucede también en el plano psíquico. Pueden surgir memorias, imágenes, emociones. El nivel conciente es reabsorbido en la numinosidad inconciente, perméandolo con sus corrientes disolutivas. La conciencia del afuera, del tiempo y del espacio son abandonadas en favor de un estado de continuidad sensorial en el que se percibe la experiencia como globalidad sin discriminarla en categorías racionales. Es un saber total e inmediato que conmueve y envuelve. 

Cuanto más alto alcance la onda respiratoria, mayor es la sensación de liviandad y espacio. La cualidad de la energía se vuelve más yang o eléctrica. Se agudizan los sentidos, la autopercepción y el estado de la mente. La posibilidad de auto-observación se potencia. Se flexibiliza la presión en el tórax, costillas y hombros se movilizan acompasando el ritmo respiratorio, permitiendo que el corazón bombee más plenamente debido a la relajación de la zona que lo contiene. El cerebro recibe mayores niveles de oxigenación, profundizando en la renovación celular. La corriente de pensamientos se vuelve más y más transparente. Surge la posibilidad de observación de dicha corriente, aparece la posibilidad de distanciarse de ella en lugar de ser movidos por sus constantes altibajos. Todos los supuestos se desdibujan como los sueños al despertar.
Se percibe claramente el ritmo cardíaco en los ojos, la frente, la cabeza. La mente se repliega a un estado de reposo y receptividad. Los sentidos se despejan. Se experimenta la propia presencia en su inagotable hondura, como una irradiación serena y constante. Lo espacioso y liviano, como el aire en la montaña, la enormidad de las alturas eléctricas y frescas, se abre como dimensión interior, sin historicidad ni narraciones, un estar siendo pleno de sentido, abierto al Nombre.

Inmanencia y trascendencia, reunificados en un único pulsar.





Victoria

@psicologiasomatica




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